viernes, 24 de octubre de 2008

No a la exclusión y al Revanchismo

Todo el país ha estado pendiente de los resultados de las elecciones municipales.
Saber quién será en definitiva el alcalde en cada comuna, y quiénes serán los concejales que deberán marcar el ritmo de trabajo durante los próximos cuatro años, es una necesidad de la mayoría de los ciudadanos, si no de todos.
Pero no basta con saber quiénes serán.
Es el momento preciso para reflexionar en las consecuencias de una campaña larga; por cierto, más larga y con más propaganda que el mes oficial que establece la ley. Campaña de la que resultan vencedores y perdedores. Alegres los unos, y apesadumbrados los otros.
Pero creemos que son las «otras» consecuencias las que importan: qué clase de gestión tendremos, y cuál será el trato que recibirán en los municipios los pobladores partidarios de aquellas candidaturas que resultaron derrotadas.
Porque, a decir verdad, uno de los males de ciertas clases políticas de hoy, es la exclusión, la discriminación y el sectarismo.
Muchas son las comunas en las que los servicios municipales encargados de administrar beneficios fiscales, suelen ser entregados sólo a quienes probaron su fidelidad partidaria, aunque no militante, para lograr el triunfo alcanzado. Así ha ocurrido, por ejemplo, con las becas «Presidente de la República» para estudiantes de la enseñanza media, cuyo beneficio no fue entregado a estudiantes de excelencia académica durante los cuatro años del gobierno comunal que termina, por no acreditar la lealtad de sus padres al régimen, aunque fueran económicamente vulnerables.
Cabe entonces esperar que, cualquiera sean los resultados, no surja esta vez el «desquite» cuando de beneficios fiscales se trata.
Toda campaña deja sentimientos heridos, producto de la lucha electoral y sus inevitables descalificaciones. Hasta personas heridas víctimas de agresiones, y gente humillada y discriminada sólo por no pertenecer a un bando.
Invocando el espíritu cristiano del que se habla y se abusa, esperamos que estos males no se den, o no vuelvan a repetirse en nuestra comunidad.
Esperamos un trabajo limpio, integrador, no excluyente y verdaderamente transversal; en un ambiente donde no haya temor; donde nadie deba bajar la vista por miedo o enojo insano. Pero además, un trabajo con verdadera participación ciudadana de la que hablaban tanto los candidatos, como lo hizo en su tiempo la Presidenta Bachelet.
Este es nuestro «sueño de la ciudad que queremos»

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